San Jenaro, patrón de Nápoles, es
famoso por el milagro que generalmente ocurre cada año desde hace
siglos, el día de su fiesta, el 19 de septiembre. Su sangre, se licua
ante la presencia de todos los testigos que deseen asistir. (Mas sobre
este milagro en la segunda parte de esta página)
Nápoles y Benevento (donde fue
obispo) se disputan el nacimiento de San Jenaro y Benevento.
Durante la persecución de
Diocleciano, fueron detenidos en Pozzuoli, por orden del gobernador de
Campania, Sosso, diácono de Miseno, Próculo, diácono de Pozzuoli, y los
laicos Euticio y Acucio. El delito era haber públicamente confesado su
fe.
Cuando San Jenaro tuvo noticias de
que su amigo Sosso y sus compañeros habían caído en manos de los
perseguidores, decidió ir a visitarlos y a darles consuelo y aliento en
la prisión. Como era de esperarse, sus visitas no pasaron inadvertidas y
los carceleros dieron cuenta a sus superiores de que un hombre de
Benevento iba con frecuencia a hablar con los cristianos. El gobernador
mandó que le aprehendieran y lo llevaran a su presencia. El obispo
Jenaro, Festo, su diácono y Desiderio, un lector de su iglesia, fueron
detenidos dos días más tarde y conducidos a Nola, donde se hallaba el
gobernador.
Los tres soportaron con entereza los
interrogatorios y las torturas a que fueron sometidos. Poco tiempo
después el gobernador se trasladó a Pozzuoli y los tres confesores,
cargados con pesadas cadenas, fueron forzados a caminar delante de su
carro. En Pozzuoli fueron arrojados a la misma prisión en que se
hallaban sus cuatro amigos. Estos últimos habían sido echados a las
fieras un día antes de la llegada de San Jenaro y sus dos compañeros,
pero las bestias no los atacaron. Condenaron entonces a todo el grupo a
ser echados a las fieras. Los siete condenados fueron conducidos a la
arena del anfiteatro y, para decepción del público, las fieras
hambrientas y provocadas no hicieron otra cosa que rugir mansamente, sin
acercarse siquiera a sus presuntas víctimas.
El pueblo, arrastrado y cegado por
las pasiones que se alimentan de la violencia, imputó a la magia la
mansedumbre de las fieras ante los cristianos y a gritos pedía que los
mataran. Ahí mismo los siete confesores fueron condenados a morir
decapitados. La sentencia se ejecutó cerca de Pozzuoli, y en el mismo
sitio fueron enterrados.
Los cristianos de Nápoles obtuvieron
las reliquias de San Jenaro que, en el siglo quinto, fueron trasladadas
desde la pequeña iglesia de San Jenaro, vecina a la Solfatara, donde se
hallaban sepultadas. Durante las guerras de los normandos, los restos
del santo fueron llevados a Benevento y, poco después, al monasterio del
Monte Vergine, pero en 1497, se trasladaron con toda solemnidad a
Nápoles que, desde entonces, honra y venera a San Jenaro como su patrono
principal.
Muchos se cuestionan la autenticidad
de los hechos arriba mencionados y de la misma reliquia porque no hay
registros sobre el culto a San Jenaro anteriores al año 431. Pero es
significante que ya en esa época el sacerdote Uranio relata sobre el
obispo Jenaro en términos que indican claramente que le consideraba como
a un santo reconocido. Los frescos pintados en el siglo quinto en la
"catacumba de san Jenaro", en Nápoles, lo representan con una aureola.
En los calendarios más antiguos del oriente y el occidente figura su
nombre.
El milagro continúa
Mientras que muchos se cuestionan
sobre la historicidad de San Jenaro, nadie se puede explicar el milagro
que ocurre con la reliquia del santo que se conserva en la Capilla del
Tesoro de la Iglesia Catedral de Nápoles, Italia. Se trata de un suceso
maravilloso que ocurre periódicamente desde hace cuatrocientos años. La
sangre del santo experimenta la licuefacción (se hace líquida). Ocurre
cada año en tres ocasiones relacionadas con el santo: la traslación de
los restos a Nápoles, (el sábado anterior al primer domingo de Mayo); la
fiesta del santo (19 de septiembre) y el aniversario de su intervención
para evitar los efectos de una erupción del Vesubio en 1631 (16 de
diciembre)
El día señalado, un sacerdote expone
la famosa reliquia sobre el altar, frente a la urna que contiene la
cabeza de san Jenaro. La reliquia es una masa sólida de color oscuro que
llena hasta la mitad un recipiente de cristal sostenido por un relicario
de metal. Los fieles llenan la iglesia en esas fechas. Es de notar entre
ellos un grupo de mujeres pobres conocidas como
zie di San Gennaro (tías de
San Jenaro). En un lapso de tiempo que varía por lo general entre los
dos minutos y una hora, el sacerdote agita el relicario, lo vuelve
cabeza abajo y la masa que era negra, sólida, seca y que se adhería al
fondo del frasco, se desprende y se mueve, se torna líquida y adquiere
un color rojizo, a veces burbujea y siempre aumenta de volumen. Todo
ocurre a la vista de los visitantes. Algunos de ellos pueden observar el
milagro a menos de un metro de distancia. Entonces el sacerdote anuncia
con toda solemnidad: "¡Ha ocurrido el milagro!", se agita un pañuelo
blanco desde el altar y se canta el Te Deum.
Entonces la reliquia es venerada por el clero y la
congregación.
El 5 de mayo del
2008, reporteros de 20 canales de TV, entre ellos CNN estaban presentes
en la catedral cuando ocurrió el milagro.
El milagro ha sido
minuciosamente examinado por personas de opiniones opuestas. Se han
ofrecido muchas explicaciones, pero en base a las rigurosas
investigaciones, se puede afirmar que no se trata de ningún truco y que
tampoco hay, hasta ahora, alguna explicación racional satisfactoria. En
la actualidad ningún investigador honesto se atreve a decir que no
sucede lo que de hecho ocurre a la vista de todos. Sin embargo, antes de
que un milagro sea reconocido con absoluta certeza, deben agotarse todas
las explicaciones naturales, y todas las interrogantes deben tener su
respuesta. Por eso la Iglesia favorece la investigación.
Subir
Fruto de las investigaciones.
Entre los elementos positivamente
ciertos en relación con esta reliquia, figuran los siguientes:
1 -La sustancia oscura que se dice es
la sangre de San Jenaro (la que, desde hace más de 300 años permanece
herméticamente encerrada dentro del recipiente de cristal que está
sujeta y sellada por el armazón metálico del relicario) no ocupa siempre
el mismo volumen dentro del recipiente que la contiene. Algunas veces,
la masa dura y negra ha llenado casi por completo el recipiente y, en
otras ocasiones, ha dejado vacío un espacio equivalente a más de una
tercera parte de su tamaño.
2 -Al mismo tiempo que se produce
esta variación en el volumen, se registra una variante en el peso que,
en los últimos años, ha sido verificada en una balanza rigurosamente
precisa. Entre el peso máximo y el mínimo se ha llegado a registrar una
diferencia de hasta 27 gramos.
3 -El tiempo más o menos rápido en
que se produce la licuefacción, no parece estar vinculado con la
temperatura ambiente. Hubo ocasiones en que la atmósfera tenía una
temperatura media de más de 30º centígrados y transcurrieron dos horas
antes de que se observaran signos de licuefacción. Por otra parte, en
temperaturas mas bajas, de 5º a 8º centígrados, la completa licuefacción
se produjo en un lapso de 10 a 15 minutos.
4 -No siempre tiene lugar la
licuefacción de la misma manera. Se han registrado casos en que el
contenido líquido burbujea, se agita y adquiere un color carmesí muy
vivo, en otras oportunidades, su color es opaco y su consistencia
pastosa.
Aunque no se ha podido descubrir
razón natural para el fenómeno, la Iglesia no descarta que pueda
haberlo. La Iglesia no se opone a la investigación porque busca la
verdad. La fe católica enseña que Dios es todopoderoso y que todo
cuanto existe es fruto de su creación. Pero la Iglesia es cuidadosa en
determinar si un particular fenómeno es, en efecto, de origen
sobrenatural .
La Iglesia pide prudencia para no
asentir ni rechazar prematuramente los fenómenos. Reconoce la
competencia de la ciencia para hacer investigación en la búsqueda de la
verdad, cuenta con el conocimiento de los expertos.
Una vez que la investigación
establece la certeza de un milagro fuera de toda duda posible, da motivo
para animar nuestra fe e invitarnos a la alabanza. En el caso de los
santos, el milagro también tiene por fin exaltar la gloria de Dios que
nos da pruebas de su elección y las maravillas que El hace en los
humildes.